🐝Para nosotras, las abejas, cada amanecer es una oportunidad para fabricar el alimento más dulce y valioso de nuestra familia. Este producto es una obra de arte colectiva. Hoy te contaremos cómo fabricamos la miel.
Nuestra primera misión: Recolectar néctar 🌸🐝
Nuestra jornada comienza con un aleteo rítmico. Volamos de flor en flor, saboreando el néctar con nuestra probóscide, esa lengua larga y tubular que nos permite absorber la savia azucarada. La guardamos en nuestro buche melario, un estómago especial. Mientras regresamos a casa, la magia ocurre dentro de nosotras: nuestras enzimas empiezan a descomponer el néctar en azúcares más simples.
Trabajamos en equipo: Intercambio de néctar 🐝🐝
Al llegar a la colmena, encontramos a una hermana más joven y le entregamos nuestra carga. Ella la regurgita, y luego otra abeja la recibe. La pasan de boca en boca, y en cada intercambio, añaden más enzimas para refinar el néctar. Finalmente, la mezcla predigerida se deposita en las celdas de cera de la colmena. ¡Un trabajo en equipo perfecto!
El toque final: Secado y sellado 🐝🌬️
El néctar aún tiene demasiada agua. Para convertirlo en la miel que conocemos, nos unimos todas para batir nuestras alas sin parar. Creamos una corriente de aire que evapora el exceso de agua. Cuando la mezcla alcanza la consistencia perfecta, se convierte en miel madura. Para conservarla, la sellamos con una fina capa de cera, un proceso llamado operculación. Así nos aseguramos de que nuestro tesoro líquido esté en perfecto estado para alimentarnos en los días fríos.
Así es un día en nuestra vida como fabricantes de miel, zumbando con un solo propósito: asegurar la supervivencia de nuestra colmena. La miel es nuestro alimento, nuestro futuro y el resultado de un esfuerzo incansable. Y, claro, también la compartimos con otros seres vivos, como los humanos que se deleitan con su irresistible sabor. 🐝🍯

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